Desde hace más de 10 años para mí es una parada obligada al llegar a Acapulco; después de conducir un largo rato esa sensación de sentarme en una mesa folklórica de colorido mantel, frente al mar, disfrutando de la calidez, vista al mar y una fría cerveza, es inigualable.
Las quesadillas de cazón y las tostadas de mariscos me gustan tanto que rara vez pido otra cosa.
Atención súper amable, baños limpios, carta variada y precios baratos en su mayoría. Si no hay niños muy posiblemente te dejen fumar.
Para mayor referencia, está casi junto a Las Ninas, sobre la costera, del lado del mar. No hay Valet Parking pero casi siempre hay lugar para estacionarse ahí frente al restaurante.
Veredicto final: 10
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